La psicología, la filosofía, la pedagogía, la sociología y otras ciencias coinciden en afirmar que la confianza es uno de los elementos más propositivos y estimulantes en el desarrollo de las sociedades y en el crecimiento de las personas.
Todas las relaciones que establecemos se basan en la confianza –y en la falta de confianza– con las personas que nos rodean. Sin confianza no existirían las relaciones de pareja, ni empresas, ni economía. La confianza es la base de la relación padre-hijo, médicopaciente, profesor-alumno, empleador-empleado, etc.
Pero, ¿qué es la confianza?
Es la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de sí mismo o de otra persona o situación. Es el fundamento de toda relación humana. Cuando hablamos de confianza, hablamos de transparencia. Para confiar en otra persona hace falta primero tener un conocimiento. Cuanto más se conoce, más confianza hay en una relación. La confianza existe cuando hay madurez en las relaciones humanas. Implica estabilidad, respeto y amor. Sin embargo, la realidad que encontramos es que las personas traicionan nuestra confianza y nosotros traicionamos la de los demás. Lo que creíamos seguro cambia con el tiempo. Por ello ganarse la confianza de alguien es una tarea difícil. Perderla es muy fácil.
La confianza empieza por uno mismo
¿Qué podemos hacer si nada parece demasiado seguro? La respuesta es: aprender a confiar en nosotros mismos, nuestra fortaleza y poder de adaptación. Una persona que posee confianza, por lo general, tiene una o más de las siguientes características:
Buscan lo correcto más que mostrar que siempre están en lo correcto. Nadie tiene toda la verdad. Una persona con confianza sabe que puede equivocarse, pero es más importante aceptarlo y aprender la lección.
Piden abiertamente ayuda. Mucha gente piensa que pedir ayuda es signo de debilidad. Sin embargo, una persona con verdadera confianza acepta sus fortalezas pero también reconoce sus debilidades, y hace algo por remediarlas.
Se preguntan “¿por qué no puedo?”. Muchísimas personas creen que no pueden conseguir algo. Pero una persona con confianza busca nuevos medios para resolver sus problemas.
No necesitan humillar a otras personas. El clásico cuento de los cangrejos en las cubetas es un triste reflejo de cómo las personas sin confianza se boicotean unas a otras con tal de no verse tan inferiores.
Aceptan sus errores. A una persona con confianza no le importa el qué dirán de los demás, ni si su caso se usa para escarmentar a los demás. Lo que más le importa es aceptar y corregir sus errores para crecer.
¿Somos confiables? ¿Confiamos en quienes nos rodean? Son preguntas importantes que debemos hacernos por nuestro bienestar psicológico y espiritual, pero también por nuestra responsabilidad hacia los demás. Quizás nunca nos hayamos planteado que nuestra mayor contribución a la sociedad es ser personas dignas de confianza.
Glosado del artículo de Inma Alvarez de Aleteia